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La historia de las comunidades sordas y las Lenguas de Señas (Parte II)

  • thaty-2008
  • 14 abr 2015
  • 2 Min. de lectura

En la obra Looking Back. A Reader on the History of Deaf Communities and their Sign

Language (1993), editada por Renate Fischer y Harlan L. Lane, diversos autores presentan la

relación entre la educación del sordo y la visión hacia las señas que eran utilizadas por los sordos y por sus maestros. Sabemos que antes del siglo XX las lenguas de señas no eran consideradas lenguas, sino un mero conjunto de signos, sin un sistema específico; sin embargo, es posible inferir a través de estos documentos cómo existía la intuición o la sensibilidad al reconocimiento de estas señas como un lenguaje del sordo.

Dentro de la historia de estos primeros educadores en España destaca la figura de Pedro

Ponce de León (1520-1584), de la orden benedictina, quien intenta con éxito la educación del sordo a través de la utilización de la dactilología, la escritura y el lenguaje oral. Gutiérrez Zuloaga (1997:42-3) señala:

“En la Escritura otorgada por Pedro Ponce en el Monasterio de Oña (1578) reconoce que «...

tuve discípulos, que eran sordos y mudos a nativitate, hijos de grandes señores...a quienes

mostré hablar y leer, y escribir, y contar, y a rezar, y ayudar a Misa... y, sobre todo, usaron de la doctrina, política y disciplina de los que privó Aristóteles». Porque nuestro monje, siendo el

profesor de gramática de los niños que acudían al monasterio, es encargado —hacia 1545— de educar y enseñar, en lo posible, a los sobrinos del Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco. Eran dos niños mudos, hijos de su hermano Juan de Tovar: Francisco, de unos once años y Pedro de nueve.... Para lograrlo debía practicar el lenguaje de signos que utilizaban los monjes para comunicarse, que servía del cuerpo, de los ojos y de las manos. Pero Ponce llegó a crear su propio método de enseñanza. Su lema fue: «la enseñanza de la palabra se basa en sustituir el oído por la vista».

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Casi cuarenta años después de la muerte de Ponce de León, en 1620, Juan Pablo Bonet

publica un libro, considerado el primero en el mundo en su género sobre la educación del sordo, en el cual se consideraba básicamente la técnica de articulación y lectura labio facial, aunque no desconocía el uso de las señas.

En 1755 surge la figura más relevante en la educación de los sordos. Fue el abad francés

Charles Michel de l’Épée, quien funda en París la primera escuela pública para sordos; desarrolla un alfabeto ―dactilología―, y un lenguaje signado. Esta lengua de señas, como anota Harlan Lane, es propia de la comunidad silente que en un principio se da cita en la “escuela” de l’Épée, de tal modo que su trabajo consiste en documentar cada una de las señas, y posteriormente tratar de darle una estructura gramatical que fuera lo más parecida a la estructura gramatical del francés.

Esta lengua de señas que se estaba gestando es la que dará origen a la lengua de señas francesa, lengua de la cual se desprenderán algunas lenguas de señas en América como la American Sign Language (ASL), la Lengua de Señas Mexicana (LSM) y la Língua de Sinais Brasileira (LIBRAS)

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